segunda-feira, 1 de julho de 2013

'' The Kitchen no Art'' Um mundo na cozinha.

Foto: "PELANDO PATATAS" (ALBERT ANKER)
y fragmento de "Los ojos amarillos de los cocodrilos"

Ayer hablábamos del pela-patatas y como viene al hilo, hoy os dejo una pintura del suizo Albert Anker (1831-1910) titulada "Pelando patatas". Si eres amante de la cocina, como yo, indudablemente te habrás visto en más de una ocasión tal que esta muchacha, abstraída en su labor y dejando volar caprichosamente los pensamientos. En  el libro de la novelista francesa Katherine Pancol "Los ojos amarillos de los cocodrilos" podemos leer el siguiente fragmento en el que el cuadro parece tomar vida:  

"Joséphine dejó escapar un grito y soltó el pelador. La hoja había resbalado sobre la patata produciéndole un gran corte en la piel, en el nacimiento del puño. Sangre, había sangre por todos lados. Se miró las venas azules, la incisión roja, el fregadero blanco, el barreño de plástico amarillo en el que permanecían, blancas y relucientes, las patatas peladas. Las gotas de sangre caían de una en una, salpicando el revestimiento blanco. Apoyó las manos en el borde de la pila y se echó a llorar.

Necesitaba llorar. No sabía por qué. Tenía demasiadas buenas razones. Ésta serviría. Buscó un trapo con la mirada, lo cogió y lo comprimió sobre la herida. Me voy a convertir en fuente, en fuente de lágrimas, fuente de sangre, de suspiros, voy a dejarme morir.

Sería una solución. Dejarse morir, sin decir nada. Se apagaría como una vela que se agota.

Dejarse morir erguida sobre la pila. No morimos erguidos, rectificó enseguida, morimos tumbados o arrodillados, la cabeza dentro del horno o en la bañera. Había leído en el periódico que el método de suicidio más corriente en las mujeres era el de tirarse por una ventana. Los hombres prefieren colgarse. ¿Por la ventana? Nunca podría hacerlo. Pero desangrarse llorando, ignorar si el líquido que sale de una es rojo o blanco. Dormirse lentamente. Entonces… ¡suelta el trapo y mete los puños en la pila! Y aún así, aún así… tendrías que quedarte de pie, y no morimos de pie.
Salvo en combate. En las guerras…
Y aún no estamos en guerra.

Suspiró, se colocó el trapo en la herida, enjugó sus lágrimas y miró su reflejo en la ventana. Todavía tenía el lápiz enganchado en el pelo. ¡Venga! —se dijo—. ¡Pela patatas! ¡Ya pensarás después en lo demás!."


Marian OteroEugene von Blaas
Afinal de contas, atribui-se preço bem alto às suas conjecturas quando se cozinha um homem vivo por causa delas.
-- Michel de Montaigne
Eugene von Blaas
Foto: TODO ARTISTA MERECE RECONOCIMIENTO

Un buen día, en casa del empresario y filántropo americano Andrew Carnegie (1835-1919), considerado uno de los grandes magnates de la industria, se produjo la siguiente escena que nos habla de la dignidad y valentía de las personas:

La cocinera de la familia, estaba harta de que nadie reconociera su dedicación y talento, así que después de "treinta" años de servicio en la casa tomó la extrema decisión de servir un plato muy especial para la cena, nada menos que heno hervido aderezado con trozos de berza y remolacha, una comida que más que para señores parecía indicada para cerdos. La familia recibió aquello con asombro, y tras la indignación, llamaron inmediatamente a la cocinera a la que increparon duramente respondiendo ésta: 

-"A lo largo de estos años nadie me ha felicitado ni me ha dado las gracias por los excelentes platos que he ido confeccionando, por lo que decidí que acaso no valía la pena que me siguiera esmerando;  pensé que cualquier cosa que les sirviera sería acogida de aquella manera; pero hoy veo que no, y compruebo que el disgusto que acabo de dar al paladar de todos ustedes es confirmación del gusto que en todas las demás ocasiones les proporcioné, y echo de menos las alabanzas por treinta años de buenos y suculentos platos. No es justo que lluevan las críticas donde antes faltaron las alabanzas".

Lo que no sabemos es si la buena cocinera mantuvo su puesto tras lo sucedido, y por supuesto no olviden lanzar al menos un significativo "Mmmm" cuando un ser querido se esmere diariamente en sorprender nuestro paladar.

En la imagen podemos ver el cuadro "La mesa de la cena", obra de Henri Matisse, perteneciente a una colección privada

Marian OteroAndrew Carnegie

Foto: UNA IMAGEN Y UN RELATO

Aquel día llegó una vez más la hora del almuerzo. María, el aya, servía una suculenta sopa de ave mientras los niños con sus ropas de diario, se sentaban a la mesa en silencio como era habitual. En medio del acostumbrado ritual se abrió la puerta. El resplandor del sol impedía ver bien de quien se trababa. 

Susana, la pequeña, atisbando una imagen familiar, agarró el plato con su manita y comenzó a dibujarse en ella una sonrisa. Pablo, concentrado en su sopa, miró a su hermana, y extrañado rápidamente giró la cabeza. Pero Gustavo, el mayor, ya se había dado cuenta de quién era y absorto en su vaso de agua pensaba triste para sus adentros:

-¡Mamá!...¿vendrá esta vez para quedarse?

Por Marian Otero

Esta preciosa y delicada pintura titulada "La hora del almuerzo" realizada en 1914,  es obra de Zinaída Yevguénievna Serebriakova (1884-1967). Nacida en Neskuchnoye (perteneciente a la antigua URSS y actualmente Ucrania) en el seno de una de las familias más refinadas y artísticas de Rusia, la familia Benois, fue de las primeras pintoras que por aquel entonces, comenzaron a destacar en su país.Zinaída Yevguénievna 

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